miércoles, 14 de julio de 2010

Hachikō y las lecciones de vida

Rainer Tuñón C.



En la estación de trenes de Shibuya, Japón, se conserva la estatua de un can de la raza Akita llamado Hachikō, muy representativa en esa ciudad. Según la historia, el perro acompañaba a su amo, un profesor de la Universidad de Tokio, todas las mañanas hasta la estación donde tomaba el tren para ir a su trabajo.

El profesor fallece en 1925, pero el perro, por diez años acudía al andén todos los días para esperarlo, hasta su muerte. La devoción de Hachikō conmovió a todo el país y en la actualidad es uno de los relatos más interesantes sobre la fidelidad canina.

La historia de la mascota fue llevada al cine en 1987 bajo el título: “Hachikō monogatari”, dirigida por Seijirô Kôyama y recientemente le hicieron una versión norteamericana que actualmente se está perdiendo en la cartelera de cine de la localidad (si es que no se ha ido), con las actuaciones de Richard Gere (“Mujer Bonita”) y Joan Allen (“La Supremacía Bourne”), dirigidos por Lasse Halström, realizador sueco que se destacó en los años ochenta por su inmortal “Mi vida como perro” y se consolidó años más tarde en los Estados Unidos con “¿Qué come Gilbert Grape?”,“Las reglas de la vida”, “Chocolate” y “The Shipping News”.

En la nueva versión titulada “Siempre a tu lado”, Gere encarna al profesor Parker Wilson, quien se encuentra con la mascota y decide conservarla. La relación entre ambos crece y se fortifica, al punto que todos los días el can esperaba a su amo en la estación del tren hasta que ocurre lo que narramos anteriormente.

La historia se acerca al relato japonés, pero no aporta elementos que la conviertan en un clásico del género. Por fortuna, la sencillez de Gere y Allen, así como el guión de Stephen Lindsley, convierten a esto pequeño filme en una experiencia familiar que vale la pena disfrutarla, en medio de una temporada cargada de estrenos del verano norteamericano.

Recordemos que el cine ha aportado sus mascotas estelares, comenzando con la eterna Lassie y Rin Tin Tin (que incluso tiene su huella en el Paseo de la Fama), continuando con Milú (el perro de Tintín), la dupla de Disney: los reconocidos Pluto y Goofy y reiterando su posicionamiento con el mítico Balto y Bolt, el último can héroe de los niños.

Más allá de la queja constante de que Hollywood toma prestada buenos relatos japoneses para destruirlos, queda la reconfortante sensación sobre el trabajo prolijo de un director como Halström, quien conoce a la perfección el género y entrega un drama lacrimógeno con las mejores intenciones. Al final, por supuesto que vale la pena ver el filme japonés, sin embargo, este remake no decepciona y le saca la lagrimilla hasta al más rudo de los machos.

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