martes, 29 de enero de 2013

“Western” sin cadenas



Rainer Tuñón C.

Quentin Tarantino celebra el concepto, anuncio, desarrollo y lanzamiento formal de cada uno de sus proyectos con ideas muy sencillas que luego se traducen en extraordinarios ejercicios cinematográficos concebidos por ese autodidacta cuya genialidad se ha ido alimentando de todos los títulos de las películas que vio mientras trabajaba en un videoclub.

Así, de una idea muy simple sobre un malogrado atraco, conocimos a los dispares “Perros de Reserva” y, de una serie de historias cotidianas sobre matarifes, reímos y reflexionamos con “Pulp Fiction”, convertida ya en una pieza de estudio recurrente en universidades de cine en todo el mundo.

Tarantino, conocedor de todas las ramas del “exploitation” como sub género del cine B de finales de los sesenta y principios de los ochenta, reconoce en “Jackie Brown” un tributo pensado y respetuoso al “blaxploitation”; en la serie “Kill Bill”, lo propio con el “wuxia”, el cine B de acción y los seriales de venganza callejera; con “Bastardos sin Gloria”, los mejores filmes B basados en la Segunda Guerra Mundial, y definitivamente con Django Sin Cadenas, el western spaghetti, con su habitual dosis de violencia y algo de sal en las heridas sobre nuestra conciencia social.

“Django sin cadenas”, su último largometraje (de casi tres horas, por cierto), es un filme romántico y sentimentalón sobre los obstáculos que debe atravesar un hombre, que en circunstancias extremas, hace todo lo que esté a su alcance por recuperar al amor de su vida.

Si bien Django (Jamie Foxx), nombre clave en el género spaghetti western mitificado por la dupla de Sergio Corbucci y Franco Nero como director y protagonista; así como Broomilda von Shaft (Kerry Washington) - posible ancestro del detective Shaft (Richard Roundtree)- son nombres que evocan pasajes de los clásicos de la sub cultura del “mainstream” norteamericano, el simple hecho de colocar a esta pareja de esclavos en el sur estadounidense años antes de la guerra civil, en una época que evoca rápidamente el estilo refinado y cruel de los aristócratas que oprimen, pone de manifiesto el deseo genuino de relatar una historia de venganza aderezado con los sazones habituales que incorpora Tarantino en sus obras fílmicas.

Su elenco, impecable, aunque irregular. La pareja principal (Foxx-Washington), sacan partido de la trama, pero quienes les rodean son el plato fuerte de la película. Así tenemos al dentista/ caza recompensas y ángel de cuestionable moralidad encarnado por el ganador del Oscar por “Bastardos sin gloria” Christophe Waltz, quien libera al esclavo y lo ayuda para sentirse parte de la resolución de su versión del cantar de los Nibelungos vivida por los trágicos amantes; el caricaturesco y cruel Monsieur Calvin Candie, en un gran ejercicio de Leonardo Di Caprio, y definitivamente Samuel L. Jackson como el odioso y servil segunda del rancho Candyland.

Lo siguiente es un desfile honroso de estrellas del cine de Tarantino que hacen pequeños papeles que se ajustan excepto el propio Quentin (aunque no creo que importe si critican o no su actuación), destacándose por ejemplo: Franco Nero (“Django”), Bruce Dern (“Coming Home”), Robert Carradine (“La venganza de los Nerds”), Don Johnson (“Miami Vice”), Jonah Hill (“21 Jumpstreet”), James Russo (“Enemigos Públicos”), Amber Tamblyn (“La hermandad de los pantalones viajeros”), Zoe Bell (“Kill Bill”), Walton Goggins (“El escudo”), Tom Savini (“Del crepúsculo al amanecer”), Tom Wopat (“Los Dukes de Hazzard”), James Remar (Mortal Kombat 2) y Laura Cayouette (“Kill Bill”), como la hermanita de Candie.

Alejado de los comentarios sobre si este filme es altamente o infinitamente racista o si se justifica la polémica desatada por el director Spike Lee y los comentarios posteriores de Denzel Washington, “Django sin cadenas” sobresale por tratarse de un filme que cuenta con un inteligente libreto (aunque su ritmo decae para el final); inmejorables actuaciones del elenco en su mayoría, el planteamiento sobre una realidad cuya crudeza podría justificarse para poner en contexto la situación de algunas heridas que no sanan y definitivamente un tratamiento musical ecléctico que mezcla épocas, estilos y géneros, mezclados con absoluta precisión sobre la memoria de talentos invitados como el argentino ganador del Oscar Luis Bacalov (les recomiendo la música de “El evangelio según San Mateo”, de Pier Paolo Pasolini) y el gran Ennio Morricone, dos pilares musicales del western spaghetti.

“Rango”, el animado de Gore Verbinski (“Piratas del Caribe”), fue un gran tributo al cine vaquero que encontró su gloria con el paso del tiempo, pero “Django sin cadenas” es la consagración definitiva del fenómeno que todos adorábamos ver en las salas de segunda en los cines del lado más bello de nuestras ciudades de nuestro entorno.

El Monstruo Leñador, asesino de sicópatas

Rainer Tuñón C. La navegación sin rumbo fijo entre títulos del catálogo de Netflix nos lleva a encontrarnos con inusitadas curiosidades. Apa...