Durante una gira de conciertos del
co fundador de Pink Floyd, Roger Waters (The Wall), se proyectaba una animación
que simulaba el metro de Londres. De pronto, 10 detonaciones se escuchaban con
luces que iluminaban uno de los vagones, iniciando así la interpretación del
tema La Balada de Jean Charles de Menezes, pieza musical basada en el asesinato
del electricista brasileño que se dio en la estación del metro de Stockwell en
el 2005, al ser confundido con un terrorista.
En Nigeria, las protestas por la
muerte de Tina Ezekwe, una menor de 16 años, por agentes de policía provocó la
ira de grupos civiles y celebridades que llevaron a la detención de dos
policías, en medio de la percepción existente sobre la policía en esa región.
Hace poco, en Japón se dieron protestas
contra la violencia policial en Tokio, pues un grupo de quejosos rodeó un
recinto policial para cuestionar la violencia contra los extranjeros que
visitan Tokio.
Para muchos, no es sorpresa que
en Filipinas, bajo las órdenes del presidente Rodrigo Duterte, a las fuerzas policiales
se les perciba con el mayor incremento de casos de agresiones policiales en
contra de civiles de quienes se sospecha que anden en malos pasos, y según World
Population Review, de acuerdo con los últimos datos oficiales disponibles para
61 países, Brasil y Venezuela son países en donde la tasa de violencia policial
per cápita ha ido en aumento.
Todo nos lleva a inferir que la
brutalidad policiaca no es un tema exclusivo de los Estados Unidos, aunque históricamente
haya tenido la mayor resonancia social a través de la la lucha por el respeto a
los derechos civiles en ese país, específicamente en la población afro
estadounidense, y eso globalmente nos duele.
De hecho, no se discute que la brutalidad
es una mala conducta policial, bien enraizada, y ella ha podido más que las
diferentes sensibilidades positivas de los agentes del orden público o sus
intentos de fomentar cambios culturales que muestren una mejor imagen institucional
en quienes pregonan ser una fuerza comunitaria lista para “proteger y servir”.
Prejuicios raciales, religiosos y
de sexualidad, ignorancia cultural, intimidación, desviada orientación política,
racismo, poder abuso de vigilancia en la comunidad, abuso sexual y corrupción son
algunas de las fallas que más denuncian cuando se trata de acciones policiales
que los llevan a cometer actos cuestionables violentos y criminales.
Y, además, ¿qué se cuestiona? Que
algunos agentes han heredado conductas malsanas desde sus respectivas academias
observando los peores ejemplos de generaciones de “maestros” que no han
desarrollado las mejores prácticas técnicas y profesionales en la institución. Los
estamentos de seguridad son nobles por naturaleza, sin embargo, las manzanas podridas
siempre hacen daño a la institución.
El ejemplo reciente más doloroso:
la muerte de George Floyd, como resultado de su arresto por parte de cuatro
policías en Minneapolis, en medio de la pandemia del Covid-19, que ha desatado un
rechazo mundial no visto en los últimos 60 años.
Muchas de estas historias sobre
brutalidad policiaca, históricamente las hemos visto desde el cine, que se
mantiene vigente como un reflexivo medio de comunicación que eleva la voz de protesta,
crítica y denuncia frente a estas dolorosas problemáticas sociales.
El cine social agrupa una serie importante
de obras que, en formato documental o ficción, se alimentan de los hechos
noticiosos para incidir en la crítica y los cuestionamientos que buscan generar
cambios y transformaciones desde lo audiovisual, reafirmando el sentido de
justicia y el compromiso social de sus creadores.
Sin hacer el típico recuento de
las películas basadas en esta temática, podemos acercarnos a una serie de
títulos que nos llevan inmediatamente a reflexionar sobre la violencia, los
crímenes de odio y la brutalidad policial
Cuando salió Matar a un Ruiseñor, la versión de cine sobre la novela de Harper Lee que relataba las desigualdades raciales, se convirtió en un clásico instantáneo por la extraordinaria actuación de Gregory Peck como el abogado Atticus Finch, que luego de perder el juicio en contra de su defendido, Tom Robinson (acusado de violación de una niña blanca), hizo que los espectadores (del mismo color del acusado), se levantaran para mostrar respeto y aprecio por este gran paladín de la justicia.
En 1967, Norman Jewison presentó el
relato de Virgil Tibbs, un policía de filadelfia (interpretado por Sidney Poitier)
que se traslada a Misisipi y es arrestado supuestamente por asesinar a un
hombre blanco adinerado. La película se llama Al Calor de la Noche y fue un evento
cinematográfico que abrió los ojos de muchas cinéfilos en el mundo, por tratar
de una manera honesta esos temas considerados como tabú.
Más polémica aún se dio en 1982
cuando el veterano realizador Samuel Fuller provocó reacciones y polémica al
presentar Perro Blanco, la historia de una actriz que se hace cargo de un
perro adiestrado para atacar y asesinar, por entrenamiento racista, a personas
de raza negra. Dicha parábola sobre el condicionamiento aversivo, que incluso
Roman Polanski casi dirige y provocó que el filme fuera sacado de cartelera a
pocas semanas de estreno, en la actualidad sigue como una pieza de estudio por
la calidad del mensaje anti racista.
Pero, si nos remontamos a las
últimas escenas de Haz lo correcto de Spike Lee (1989), y todo el revuelo que
causó este clásico del cine, se supo que en este director afro estadounidense
siempre habría un gran defensor de los derechos civiles en los Estados Unidos, cuyo
mensaje cada vez más calaba en una audiencia importante gracias a trabajos como
Jungle Fever, Get On The Bus, Malcom X, Bamboozled, Crooklyn e Infiltrado en el
KKKlan.
El difunto John Singleton, que se
dio a conocer por Boyz n the Hood, iba por encima de los estereotipos y mostró
la historia de tres amigos y sus perspectivas de vida, violencia y la relación
con la autoridad desde distintas perspectivas; no obstante, con Duro
aprendizaje, drama racial de 1995 y dos años más tarde, al dirigir Rosewood, la recreación histórica sobre un linchamiento ocurrido en 1923 en Florida, se
consagró como una de las grandes voces de protesta en el cine estadounidense.
La realidad de muchos ciudadanos y
su relación con los policías se ha visto muy de cerca también en el cine
francés.
El Odio, de Mathieu Kassovitz, aunque
algo predecible en su narrativa, nos lleva a un conflicto con la policía y un trío
de amigos: un judío, un árabe inmigrante y un boxeador negro que atestiguan un
incidente violento y con ello se desata una serie de eventos que nos permiten
analizar en blanco y negro lo absurdo de la cotidianidad en las calles de
cualquier ciudad llena de odios; sin embargo, Ladj Ly gracias a su debut Los
Miserables, nos traslada a la complejidad de las violaciones policiales en los
vecindarios populares que nos acercan más a la realidad que estamos viviendo en
estos días.
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Los Misrables (Francia, 2019) |
Brutalidad policial en el cine
Día de entrenamiento (2001)
El sargento Alonzo Harris es un
agente de narcóticos con 13 años de experiencia cuyos discutibles métodos se
baten entre legalidad y la corrupción total. Un joven policía, recién asignado
a narcóticos, comienza sus rondas a las órdenes de Alonzo para aprender de él,
pero se da cuenta de lo inevitable.
Graves disturbios raciales
sacudieron la ciudad de Detroit, en el estado de Michigan en 1967. Todo comenzó
con una redada de la policía en un bar nocturno sin licencia, que acabó
convirtiéndose en una de las revueltas civiles más violentas de los Estados
Unidos. Los incidentes más graves ocurrieron en el motel Algiers, dando como
resultado violencia y muerte.
Starr es testigo de la muerte de
su amigo de la infancia, Khalil, a manos de un oficial de policía. Ante las
presiones de la comunidad, Starr deberá encontrar su voz y defender lo que cree
que es correcto.
El escritor James Baldwin cuenta
la historia del movimiento afrocamericano en la América moderna. Con la narración
de Samuel L. Jackson, esta película rescata las furiosas palabras del autor.
Narra el último día en la vida de
Oscar Grant (Michael B. Jordan), un joven de 22 años que, tras verse envuelto
en una pelea durante la Nochevieja del año 2008, es detenido por varios
policías. La cinta nos traslada a los momentos antes de que le disparó
mortalmente un policía del sistema de transporte público de alta velocidad en
la estación Fruitvale.
Letras Explícitas (2015)
Este gran "bioepic" comienza en Compton, en 1987, cuando Easy-E, Ice Cube y Dr. Dre se asocian para revolucionar al mercado muscal con letras ealistas sobre las vivencias en los barrios más desfavorecidos. El filme muestra a las fuerzas de policía aprovechándose de su poder para abusar de la población negra y latina, y las letras de NWA nos llevan al clásico "Fuck the Police", en medio del contexto político estadounidense entre finales de los ochenta y la década siguiente.