Rainer Tuñón C.
A pesar de lo dicho y escrito por los amigotes, los críticos de cine y demás detractores de la familia de la mega estrella Will Smith, fui en “bonche” familiar a ver “El Karate Kid”, la nueva versión del clásico ochentero que inmortalizó a “Pat” Morita como el maestro Miyagi.
Al final de la película, se sintió la misma emoción de mis años de infancia - entre el cine Plaza y el Brasil - cuando Daniel (Ralph Macchio) asesta la famosa patada de la grulla a Johnny (William Zabka), el líder de los Cobra Kai, porque minutos antes los “malos” le quebraron la pierna al héroe. Esto fue hace 26 años aproximadamente y los muchachos al salir de la sala de cine quedaban con la idea de meterse en una escuela de Karate.
En esta ocasión fue mi hijo quien gritó: “¡esa es…!”, cuando Dre (Jaden Smith) nos sorprende con un giro y patada, esta vez con la técnica de la Cobra, que estudió y aprendió luego de ver a una entrenadora en un templo chino (tener a Michelle Yeoh, la protagonista de “El tigre y el dragón”, “Memorias de una Geisha” y “Las hermanas Soong” fue “de lujo”).
Lo cierto es que ambas historias, a pesar que una es sobre karate y la otra sobre Kung Fu, se derivan de un cuento escrito por el premio nobel japonés Kenzaburo Oe titulado “A veces el corazón de la tortuga”, que narra la aventura de un muchacho de un colegio pre universitario que se enfrenta a un enemigo con la ayuda de una rubia, una antigua amiga de la primaría, y un viejo japonés, que es su maestro y mejor amigo.
“A veces el corazón de la tortuga” o “Ume no chiri” fue escrita en 1982 y se concibió como película de éxito cuando a Robert Mark Kamen (quien se hizo famoso luego por escribir “El quinto elemento”, “El Transportador” y ahora la tercera parte de “Transformers”) preparó un señor guión a John G. Avildsen, responsable de la dirección de la ganadora del Oscar, “Rocky”.
El cuento fue escrito gracias a los viajes fuera de Japón del escritor Oe y su narrativa evoca el universo de Jorge Luis Borges. De hecho, de Kenzaburo Oe se conoce su primera novela “La presa”, escrita en 1957, que narraba los hechos que suceden cuando un avión aliado se estrella en una aldea japonesa y su piloto, un militar afroamericano causa miedo y furor entre los aldeanos, excepto entre los niños que ven en él a un hombre cercano a Dios.
De su última novela, Renacimiento, publicada en 2000, sabemos que la trama gira en la vida del escritor Kogito, cuñado de Goro -un director de cine que se suicida- y su viaje a Alemania para descubrir que la muerte de Goro pudo ser un acto de la yakuza a quien el director ridiculizaba en sus filmes. La historia de renacimiento es muy cercana al nobel, pues guarda relación con el suicidio del realizador Juzo Itami (director de “Historias de la Geisha Dorada” y la comedia “Sûpâ no onna”), quien era cuñado de Oe.
Kenzaburo Oe |
Sin restarle importancia a la famosa patada de la grulla, el giro de la cobra y el cuento de la tortuga, las dos películas - proporciones guardadas - son un maravilloso ejemplo de enseñanza del poder curador de la sana amistad, el respeto y la tradición, siendo esta última versión perdedora en el campo dramático, pero ganadora en la promoción de China y en el fortalecimiento de los valores que perdemos en nuestra vida cotidiana. Como alguna referencia para darle continuidad a estos filmes basta darle una revisada a “Kung Fu Panda” y a las joyas de Stephen Chow: “Fútbol Kung Fu” y “Kung Fusión”.
Ahora, todos estos títulos nos deben llevar hacia la raíz del Karate Kid, que es el maravilloso mundo literario de Kenzaburo Oe.
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