Perseo fue un semidiós de la mitología griega. Hijo de Zeus y Dánae, hija de Acrisio, rey de Argos. Acrisio deseaba un nieto varón engendrado por su bella hija, pero desistió de su aspiración cuando el oráculo le predijo que la muerte le llegaría de manos del primer varón. Para protegerse, el rey confinó a su hija al encierro, pero cuenta la leyenda que en algún momento Zeus se fijó en ella y, convertido en lluvia de oro, llegó a la torre de bronce o a la cueva en donde su padre la tenía cautiva para seducirla. Acrisio, al enterarse del embarazo y posterior alumbramiento de su hija, manda al mar a Dánae y a su retoño, dentro de un cofre de madera. Enterado del hecho, Zeus pide a su hermano Poseidón que calme las aguas para ayudar a su hijo, pero el bebé es rescatado por Dictis, un pescador de la isla de Séfiros.
Perseo crece y se le reconoce como héroe tras haberle cortado la cabeza a la górgona Medusa y salvar a Andrómeda de la muerte. Perseo se casa con Andrómeda y regresa a Argos, pero Acrisio se entera y huye a Larisa para evitar que se cumpla la profecía. Estando en Larisa, es espectador de unos juegos en donde Perseo participa en una competencia de lanzamiento de discos. Perseo lanza un disco, pero cae en la cabeza de Acrisio. El oráculo lo predijo y Perseo al enterarse de todo declina ser rey de Argos y cambia su reinado con su primo Tirinto, monarca de Megapentes.
Esta explicación tomó algunas leídas a enciclopedias y textos sobre mitología porque mi hijo Daniel compartió alguna reflexiones -entre millos y soda- sobre las historias de “Percy Jackson y el ladrón del trueno” y posteriormente sobre el remake de “Furia de Titanes”, por el hecho de que en la versión de cine sobre la serie de novelas de Rick Riordan, Percy (un moderno Perseo) es hijo de Poseidón y la mortal Sally Jackson, y en nueva visita al clásico de Desmond Davis, Perseo es hijo de Zeus, combate al kraken (elemento de la mitología escandinava que además desfila por las historias de “Piratas del Caribe”), no se enamora de Andrómeda y tiene un interés sentimental por Io (la doncella de Argos, hija de Ínaco, sacerdotisa de Hera, y que además fue amada por Zeus).
La confusión sobre si es necesario que el cine se apegue estrictamente a la mitología o tome elementos prestados y licencias muy libres para contarle a las nuevas generaciones ciertas historias que le lleguen de manera sencilla y con muchos efectos especiales, está en las salas de cine en la actualidad.
De “Percy Jackson”, por ejemplo, se rescata el hecho de que para niños y jóvenes los nombres de Hades, Sátiro, Atenea, Hermes o Afrodita sean referentes que aportan a una trama que el escritor utilizó en un principio para tratar la dislexia y el desorden de atención de su hijo.
En el caso de “Furia de Titanes”, se aprovecha la moda de nuevos clásicos sobre guerreros como “Troya”, “Gladiador” o “300”, para que la juventud orientada a los videojuegos se nutra de la mitología griega para justificarse ante sus amigos que juegan “Age of Empires” o “God of war”.
Para algunos, no importa si ven a un Pegaso blanco o negro, si Perseo logró cabalgarlo y dejó las sandalias aladas que Hermes le prestó, o si el caballo alado en realidad nació con la sangre de Medusa.
Al final, ambos productos que se presentan en las carteleras, son entretenidos, pero poco profundos y carentes de estructura narrativa cinematográfica que motive a buscar la fuente original, alejándose de lo principal: la mitología griega para ser vista, leída y disfrutada como los dioses mandan.
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