martes, 25 de noviembre de 2008

El Cantante


Rainer Tuñón Cantillo


Uno de los momentos más sublimes de El cantante, filme biográfico del cubano León Ichaso sobre la vida de un verdadero tesoro musical, Héctor Lavoe: el lente que lo descubre y desnuda, taciturno, apesadumbrado y lleno de miedos e incertidumbre mirando desde una silla a un paladín del verso, que con sombrero, guitarra en mano, silla y entusiasta ternura vocal dedica la canción que lleva por título precisamente esta producción de "JLo".


La versión acústica de esta excepcional obra de Rubén Blades es interpretada con mucho respeto por el sonero Víctor Mannuelle (interpretando al ministro de turismo en sus días de salsero), haciendo honor a un tema fundamental en la trayectoria de estos dos genios musicales.

Uno de los momentos más ridículos de El cantante, basada en las experiencias de "Puchi", la esposa de Héctor, interpretada con madurez televisiva de predecible rango dramático por la reina del salsero Marc Anthony, esa impecable voz de Lavoe para esta cinta: el resumen de todas las veces en que la actriz, diva y productora intenta darle ritmo, tono y sazón a este ambicioso proyecto que de comienzo a fin promete más de lo que cumple (cualquiera analogía al terreno político es mero producto de la circunstancia).
La versión cinematográfica sobre la vida y muerte de "El cantante de los cantantes" es una clara reflexión sobre la importancia de crear productos genuinos e históricamente objetivos que hagan la diferencia y dejen un contexto real de lo que representan los iconos musicales en la cultura de los pueblos.

Podemos tomar como referentes inmediatos los extraordinarios esfuerzos de Milos Forman con la biografía de Wolfgang Amadeus Mozart; el de Taylor Hackford con el estupendo relato de la vida de Ray Charles; la interesante propuesta escénica de Irvin Winkler con De-lovely sobre Cole Porter; las versiones de Frida que dirigieron tanto Julie Taymor como Paul Leduc; la cubana El Benny de Jorge Luis Sánchez; la exactitud narrativa de Clint Eastwood cuando recreó el tormento de Charlie Parker, la honestidad detrás de la relación entre Johnny Cash y June Carter en el filme de James Mangold, o la brillante personificación de Edith Piaf que dirige Oliver Dahan.

El común denominador de estos proyectos se relaciona con la exposición de hitos en la vida de estos personajes que permiten al espectador ver más allá de lo obvio y entender con qué atacan a sus demonios.

En el caso que nos ocupa, tanto el guión de León Ichaso, Todd Bello y David Darmstaeder como

la dirección del peruano, quien ha tenido experiencias fatales (Ali: An American Hero, Hendrix, Azúcar Amarga) y algunas buenas aportaciones al género como El Súper y Piñero, pierden el enfoque y tratan el filme como una bio más de un salsero a quien las drogas lo llevan por el carrito de la perdición, y en el camino, se olvidan que en realidad hay muchas historias qué contar sobre la realidad cultural de los años setenta en el ambiente latino, la influencia real de la salsa en el panorama social y la senda destructiva del protagonista.

La edición del filme tampoco ayuda a crear la atmósfera dramática que marcara el ritmo en esta historia. Ciertamente, tiene momentos extraordinarios y definitivamente los aporta la puesta en escena de cada número musical y las imágenes en exteriores tanto de Nueva York como de Puerto Rico, pero inmediatamente se tambalean ante el intento de contar la vida del hombre desde la mirada de su mujer sin meterse en la piel de ambos.

De sus actores principales, los únicos que pasan la prueba son John Ortiz (Gángster americano de Ridley Scott y Miami Vice de Michael Mann) interpretando a Willie Colón, aportando seriedad y carácter al revolucionario de la música latina y el propio Marc Anthony, quien no despega al darle la aproximación sarcástica y genial del atormentado ídolo, pero llega a la cima una vez toma el micrófono y canta.

Si bien la experiencia de Anthony en el cine es limitada, pero atrevida y puntual (desde Big Night de Stanley Tucci y Campbell Scott, Vidas al límite de Martin Scorsese, Hombre en llamas, de Tony Scott y En el tiempo de las mariposas con Salma Hayek hasta El sustituto con Tom Berenger y Hackers con Angelina Jolie), su primer protagónico es injusto, aunque gracias a su gran talento en el canto, tapa baches que saltan a la vista con facilidad.

Al final, lo que queda al final es un producto irregular con buenas intenciones, dotado de una banda sonora ejemplar. El cantante nunca logra estar en la cima narrativa y estará destinada a desplazarse entre los productos genéricos de las películas hechas para televisión sobre cantantes a quien la droga los acaba, sin más ni más.

Para los fanáticos de Héctor habrá opiniones encontradas al alquilar la película o ver la versión pirata que nos ronda inmisericorde por ahí, pues su estreno en las salas panameñas está cerca del olvido. En tanto, para quienes deseamos que el cine dé lo mejor de sí para narrar lo sucedido con nuestros héroes a través del cine norteamericano que globaliza el mensaje, valdría la pena seguir buscando en la raíz y desarrollar proyectos consistentes sobre "La Lupe", la mismísima Fania en su ascenso, gloria y caída, "Tito Puente", "Ismael Rivera", "Roberto Durán", "Vanessa del Río", "Rubén Blades", "Willie Colón", "Richie Ray y Bobby Cruz", y tantos más que como a Héctor Lavoe adoramos de corazón.

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