lunes, 19 de noviembre de 2012

Vampiros para la nueva generación



Rainer Tuñón C.

La saga literaria de Stephenie Meyer, que inició con “Crespúsculo” y cierra su ciclo con la adaptación cinematográfica de “Amanecer: Parte II”, se ha convertido en un inusitado fenómeno cultural globalizado de la juventud que por fin… ha llegado a su fin.

Si bien es cierto, de los libros de Meyer se rescata el atinado viaje descriptivo que en primera persona nos invita a entender el camino de una atormentada adolescente como Bella Swan, y al mismo tiempo nos hace identificarnos con el miedo de Edward Cullen a vivir plenamente el amor dada su condición de vampiro, esta obra es sin lugar a dudas uno de los más claros referentes para la generación post Harry Potter, que luego de Hogwarts, la magia y el encanto por lo fantástico, los lleva por el sendero del romance con retoques cursi, que a ritmo y narración sencilla, refleja ante ellos cierta factura honesta, sin mayores complicaciones sobre las preguntas que se hacen sobre su sexualidad y la manera de entender los conceptos de familia y sociedad, lo que hace que cada púber se enganche con los libros y luego vaya en miriadas a las salas de cine para suspirar por sus apuestos protagonistas.

Como anécdota curiosa, durante el estreno de “Amanecer: Parte I”, dentro de la sala de cine - la VIP, ¿no que no? - un padre llevaba a su niña adolescente a ver el filme - bueno… un padre es un padre- e intentaba taparte los ojos a su niña en el momento más romántico de la cinta: la noche de bodas de Edward y Bella. La muchacha emocionada no lograba entender la razón del comportamiento de su papá, así que ella le respondió: “Oye, pero si tú me regalaste los libros…”

El padre de la chica no pasó por Goethe leyendo el poema de La novia de Corinto o por la de dupla Mary Shelly (Frankenstein) y Bram Stoker (Drácula, pintado de sexo reprimido en plena época victoriana), salvo por sus enumeradas versiones de cine; ni tuvo acceso a Alekeséi Konstantínovich Tolstoi con El Vampiro; los folletines de James Malcom Rymer o visitó las páginas de Joseph Sheridan con la versión erótica titulada Carmilla, que escribiera por 1872.

De pronto, sí vio a Tom Cruise, Antonio Banderas y Brad Pitt en la “Entrevista con el Vampiro”, de Neil Jordan, basado en la novela de Anne Rice o “Soy Leyenda”, con Will Smith, cuya historia fue llevada al cine con Charlton Heston hace 40 años con la película “The Omega Man”, del libro de vampirismo post-apocalíptico de Richard Matheson.

Claro, a la hora de beber de la fuente de Meyer, el referente inmediato es “Beverly Hills 90210”, con todas sus imitaciones, mezclado con las crónicas de Anne Rice, que daban un carácter contemporáneo al mito del chupasangres, aportándole el componente romanticoide que luego nos lleva a otros fenómenos interesantes de la televisión vistos en su momento a través de la tele novela “Sombras tenebrosas”, y asimilado para que en estos últimos años disfrutásemos de  “Las Crónicas de Vampiros” y “True Blood”.

Otros interesantes enfoques lo presentan los libros de Brian Lumley denominados “Necroscopio” y el best seller de John Ajvide Lindqvist titulado “Déjame entrar”, que además consigue meter al lector en el análisis de lo que se conoce como "bullying" (acoso escolar) y que fuere llevado al cine en su versión sueca y más adelante, su remake para audiencias en Norteamérica.

Ni modo, la pelota pica y se extiende. Ahora se habla de llevar al cine la saga de la escritora Claudia Gray, iniciando con “Medianoche”, seguidas por “Adicción”, “Despedida” y “Renacer”, que narra el idilio entre Bianca, chica hija de vampiros, enamorada de Lucas, un cazador de hematófagos.

Eso sí, la fórmula de Crepúsculo ha demostrado que funciona. Su fuente es un best seller, las versiones cinematográficas cuentan con una factura técnica modesta, de presupuestos limitados para lo que la industria acostumbra a invertir en este tipo de trabajos; sus versiones fílmicas no se destacan por un buen guión o logros importantes en la dirección, las protagonizan actores sacados de catálogos de cine adolescente y definitivamente son digeribles, sin pretender ser efectivas, racionales o definitivamente buenas películas.

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