martes, 21 de agosto de 2012

Tony Scott: Adrenalina y frenesí




Rainer Tuñón C.

El cine y la televisión estadounidense han perdido a un frenético y adictivo realizador que logró pasearse entre el cine de culto - cuyos productos han logrado resistir a llaves y costalazos el paso inclemente del tiempo- y lo más comercial – pop corn, nachos y soda incluida – para mostrar que ciertos excesos funcionan de maravilla para Hollywood y el mundo entero.

Ridley y Tony Scott han sido una poderosa fuerza en el negocio del cine. Del primero conocemos la eficaz, estilizada y sorprendente visión filosófica impresa en cada género que desarrolla a través de los clásicos que ha dirigido, entre ellos: Alien, Blade Runner, Gladiador y su más reciente éxito proyecto Prometeo.

Del segundo – a propósito de la noticia de su fallecimiento, posiblemente a causa, según ABC News, de un tumor cerebral inoperable – nos quedamos con un estilo visual videoclipero que desafía los límites de velocidad y al mismo tiempo logra motivar a otros directores y productores de cine a seguirle con la misma adrenalina, entre ellos, Michael Bay (Bad Boys), Antoine Fuqua (Training Day) o Len Wiseman (Total Recall y Duro de Matar 4).

La riqueza del cine de Scott no está en la calidad de sus filmes, sino en los excesos, en el manejo de los tiempos en su cine de acción y en una increíble habilidad para moldearle buenas actuaciones a fuertes estrellas del cine metidas en inverosímiles situaciones que más allá del guión, sentían evidente cada una de sus locuras.

De la obra de Scott, sin duda queda en el recuerdo de los críticos de cine y fanáticos, la escena del “sicialiano” que escribió Quentin Tarantino para Un verdadero Romance, con la genialidad de Christopher Walken y Dennis Hooper, respectivamente, la cual es considerada como una de las más memorables del género hiperviolento, o el choque entre los colosos de Denzel Washington y Gene Hackman en Marea Roja, demostrando dominio y la administración correcta de emociones de estos pesos pesados en un set de filmación.

El cine de Scott tiene ese encanto comercial, y se notaba por la convocatoria de los miembros del elenco en sus películas que van desde David Bowie, Susan Sarandon y Catherine Deneuve (El Ansia); Tom Cruise y Tom Skerrit (Top Gun); Eddie Murphy y Brigitte Nielsen (Beverly Hills Cop 2, de donde se habló en su momento de un supuesto affaire entre Scott y la Nielsen); Kevin Costner y Anthony Quinn (en la inolvidable, pero cansona Revancha); Bruce Willis y Damon Wayans (El último Boy Scout, escrita con el eficiente cinismo de Shane Black); Robert De niro y Wesley Snipes (El Fanático, injustamente vapuleada); Christian Slater y Patricia Arquette (Un verdadero romance); Mickey Rourke y Keira Knightley (Domino) hasta Denzel Washington en Hombre en llamas, Imparable, La toma del tren de Pelham y Deja Vu.

Como productor de televisión, a través del sello Scott Free, que administraba con su hermano, conocimos dos teleseries muy ricas en la textura Scott: Numb3rs y The Good Wife, pero si me preguntan por sus más interesantes trabajos, en definitiva puedo mencionar: El Ansia, que en su momento fue maltratada, pero en la misma época en que Scott quería realizar Entrevista con el Vampiro (antes de Neil Jordan y Tom Cruise), La Revancha (placer culposo por Madeline Stowe), Hombre en llamas (demostrando que un remake puede funcionar con la chispa adecuada); Domino (otro placer culposo por ser punk, irremediablemente explosiva, pero sobre todo por Mickey Rourke y el lap dance de la Knightley en medio de un “standoff”), Juego de Espías (La dupla de Brad Pitt y Robert Redford en un filme de nostálgica acción de la buena), Enemigo Público (paranoia tipo Big Brother, uniendo el talento de Hackman esta vez con Will Smith) y el corto The Hire: Beat the devil, hecho para la BMW, con un James Brown convenciendo a un demonio en el cuerpo de Gary Oldman para conseguir vida eterna.

En fin, Anthony Scott era muy conocido por llevar su vida personal al ritmo de sus películas y lo conocido sobre su deceso, definitivamente no iba a ser distinto a lo que conocimos de este frenético y efectivo director del mejor cine de acción.

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