martes, 14 de agosto de 2012

La verdadera acción



Rainer Tuñón C.

El cine de acción no tiene fronteras. A punto de ser encasillado como una vertiente dotada de la espectacular rúbrica estadounidense, el género trascendió las zonas postales y poco a poco ha ubicado sus sedes entre Asia y Europa a la hora de escoger las plazas en donde se producen los títulos más explosivos.
Si los años ochenta fue la época de los clásicos por excelencia del cine de acción, entre ellos: Acorralado (Rambo), de Ted Koetcheff; RoboCop, de Paul Verhoeven; Caracortada, de Brian de Palma; Beverly Hills Cop, de Martin Ritt; Aliens y Terminator, de James Cameron; Depredador y Duro de Matar, de John McTiernan; Arma Mortal, de Richard Donner; Vivir y Morir en Los Ángeles, de William Friedkin; Ellos viven, Escape de Nueva York y Masacre en el Barrio Chino, de John Carpenter y por supuesto Akira, la animación japonesa de Katsuhiro Ohtomo.

Teóricamente, el cine de acción puede considerarse también como un valor agregado aplicable  cada género cinematográfico cuando la película requiere mostrar ciertos recursos que enriquezcan su relato. Quentin Tarantino –sólo por poner un ejemplo- pone el sazón a True Romance, de Tony Scott para convertirla en un hiperviolento romance entre Patricia Arquette y Christian Slater; así como David Lynch hace lo suyo con Wild at heart para llevarnos al violento idilio entre Salior (Nicolas Cage) y Lula (Laura Dern).

Las películas de este género son lineales y cuentan con lugares comunes que identifican al héroe, al villano, al gracioso amigo, la joven necesitada y el motivo de la acción y algún final feliz.

La fórmula no falla, y sirve eficientemente al propósito de los cineastas que han ido más allá de la acción.
Cuando el género en los Estados Unidos se quedó cojo y sin aire taquillero, amén del esfuerzo de jean Claude Van Damme (Contacto sangriento y Escorpión Negro) y Steven Seagal (Nico y Difícil de matar), el cine francés vería en la figura de Luc Besson, un nuevo ángulo que permitía que el mundo viese que la acción vuela mucho más allá de la meca del cine comercial. Besson inició con Nikita y se consolidó con León, el profesional; sin embargo, su consagración vino en la faceta de guionista y productor, al ser el artífice de las películas más emocionantes en los últimos años: la saga de Taxi, El quinto elemento, Danny the dog (con Jet Li y Morgan Freeman), la serie El transportador y Taken, con Liam Neeson, cuya secuela está próxima a estrenarse.

Francia ha estado en una posición envidiable a la hora de ser considerada como una plaza de la acción, pero China en los años noventa fue sin dudas el epicentro de lo que conocemos como hiperviolencia, en la que nombres como Ringo Lam, Tsui Hark, Zhang Yimou (Héroe, La casa de los cuchillos voladores y La maldición de la flor dorada) y el mismísimo John Woo, dedicaron sus mejores trabajos para ser conocidos en el mundo entero. Asimismo, el comediante Stephen Chow creó en Kung Fu Hustle una joya de acción y comedia que sigue en el recuerdo de todos.

En Japón, Takeshi Kitano y Takashi Miike, han sido los sucesores del lado violento del cine japonés. De Miike se rescata recientemente 13 Asesinos, una de las películas de acción samurai más reconocidas en festivales de cine.

No obstante, la acción está migrando hacia Corea del Sur, Tailandia e Indonesia, con un resultados impresionante, gracias a trabajos como Tae Guk Gi (La hermandad de la guerra), El bueno, el malo y el loco o definitivamente Shiri, sin  que se queden atrás los tailandeses con el aporte de Tony Jaa y su trilogía de Ong Bak o la sorpresa de Jakarta titulada The Raid, con Iko Uwais.

Al ver cine de acción, los nombres de Jason Statham, Jackie Chan, Wesley Snipes, Bruce Willis, Denzel Washington, Dwayne Johnson, Vin Diesel, Paul Walker y todos los que entren en esta lista, deberán ser comparados con lo que Asia y Europa nos presentan para hacernos ver que el mundo de la acción no tiene límites ni mar territorial.


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