miércoles, 20 de abril de 2011

Cinema "descerebrante"


Rainer Tuñón



¿Puede -de la noche a la mañana- un aspirante a escritor, con un

crónico bloqueo creativo, escribir un libro, conquistar Wall Street,

liderar el proceso de fusión de dos poderosas compañías, recuperar a

su novia y ser aspirante a Presidente de los Estados Unidos? Pues sí,

de acuerdo con el argumento del último filme protagonizado por Bradley

Cooper y Robert De Niro, Sin límites.



El director Neil Burger, quien realizó hace algunos años El

ilusionista con Edward Norton, se alza con éxito proponiendo esta

descabellado y veloz thriller de acción, con una simple premisa: una

droga experimental que aumenta al 100% la capacidad cerebral.



La película se basa en la novela The Dark Fields, de Alan Glynn, y

aunque redunde en el mito de lo limitado de nuestra actividad

cerebral, se une a la lista de títulos que exploran los límites de

nuestro potencial.



Apreciar el desarrollo de esta historia, inmediatamente nos lleva

recordar un relato corto titulado Flores para Algernoon, de Daniel

Kayes, y por supuesto a su adaptación para el cine, Charly, que le

confirió un Oscar a Cliff Robertson (el tío Ben de Spiderman), sobre

un personaje con retraso mental que llega a convertirse en un genio.



Una variación, también lacrimógena, sobre este mismo tema, lo vimos en

Fenómeno, con John Travolta, interpretando a un mecánico que pasa de

ser un tipo normal a un perfecto genio, sólo para darse cuenta que su

ilimitada mentalidad es producto de un tumor en su cerebro. En sí, la

historia tiene tintes de ese cuento corto de Kayes y me trajo el

agradable tarareo de la canción Change the World, de Eric Clapton.



En el cine existen otros momentos importantes: uno es el de Chance

Gardner (Peter Sellers) cuando protagoniza Desde el Jardín, basado en

el libro de Jerzy Kosinsky, sobre un jardinero que logra conocer el

mundo externo completamente desconocido para él y se convierte en el

más diestro analista político de los Estados Unidos, apadrinado

incluso en la Casa Blanca; el otro es la consagración de Tom Hanks

como Forrest Gump, personaje basado en la novela de Winston Groom,

sobre un hombre sencillo, pero con un coeficiente intelectual de 75

que se convierte en el relator de una porción importante de la

historia de los Estados Unidos.



Ya revisadas algunas referencia cinematográficas sobre el tema, se

recomiendan algunas actividades para ayudar a desarrollar capacidades

cerebrales, entre ellas: pasar el día haciendo cosas con tu mano no

dominante, jugar con sudoku, juegos de mesa, cartas, crucigramas y

entretenimiento electrónico (como esos de Brain Age), comer grasas de

pescado como las del salmón, frutos secos como las nueces, y aceites

como el de linaza u oliva, buscar nuevas rutas para llegar a donde

quiera que vayas, aprender una nueva habilidad, romper rutinas,

encontrar algo que te cautive, que puedas hacer y que no te cueste

plata, leer libros distintos, aprenderte números telefónicos y hacer

listas.



En el cine, según un estudio publicado por el profesor James Cutting,

de la Universidad de Cornell, en la revista Psychological Science

establece que “más allá del guión, de la dirección, de los actores, lo

que cuenta para la mente, es el ritmo”.



Por ello, se proponen películas que, por su peculiar estructura,

consiguen conectar con el cerebro mejor que otras, entre ellas: La

trilogía de Volver al Futuro y las seis partes de la Guerra de las

Galaxias.



Ello no necesariamente guarda relación con las obras maestras del

cine, sino con el hecho de darle al cinéfilo un fuerte impulso a sus

emociones.



Algunas películas con estas características no son los mejores

ejemplos de cine "cerebral", pero los científicos sustentan que tienen

un efecto positivo en el impulso de la materia gris:



- La caza al Octubre Rojo, de John Mctiernan

- Los 39 escalones, de Alfred Hitchcock

- Rocky 4, de Sylverster Stallone

- Superman II, de Richard Lester

- La tormenta perfecta, de Wolfgang Petersen



Al final, lo bueno del filme Sin Límites, no necesariamente está en la

narración de los eventos o en las profundidades de sus personajes;

está en la capacidad del director y su equipo de técnicos

audiovisuales en moverse en el terreno del tecno thriller y

cautivarnos con ilógicas premisas y situaciones.



En este contexto, un vivo ejemplo lo aporta Tony Scott cuando dirige a

Jim Caviezel y Denzel Washington en Deja Vu, sólo superado por

Christopher Nolan cuando desarrolló el mundo de Inception, un

extraordinario filme sobre los límites arquitectónicos de nuestra

mente y las razones que nos motivan a indagar qué hay dentro de uno.

El mismo Nolan propuso al inicio de su carrera una estructura

narrativa y visual que reta al cerebro cuando realizó Memento, con Guy

Pierce.



Al final, películas como Sin límites, no necesariamente serán clásicas

del cine, pero entretienen un montón.

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