Rainer Tuñón C.
Con dos años de retraso, y desfilando con relativo éxito por los video clubes, en la televisión por cable o a través de “voceadas” en puestos clandestinos, llega por fin a las salas de cine “El Luchador”, filme de Darren Aronofsky catalogado como el hermano mayor de “El Cisne Negro”, y que representó el regreso triunfal de Mickey Rourke, uno de los mejores actores dramáticos que ha tenido Hollywood en los últimos 20 años.
La historia es sencilla, pero desgarradora. Randy “The Ram” Robinson era una gran estrella de la lucha libre profesional en los años ochenta. Veinte años después, el veterano participa en los circuitos independientes y de bajo presupuesto batallando en improvisados antros de lucha libre extrema. Entre esteroides, somníferos, calmantes y mucho licor, el luchador toca fondo después de un sangriento “match”. Le falla el corazón. Su médico le dice que ya dio lo suficiente y que una nueva salida al tinglado sería fatal. Así, el viejo gladiador decide recuperar el amor de su hija y dedicarle más tiempo a una bailarina nudista con quien se siente ilusionado, sin embargo su estilo de vida lo lleva nuevamente a destruir lo que intenta reconstruir. Desilusionado y adolorido, el luchador se reintegra a su actividad para retomar la pelea que lo llevó a la gloria. Él sabe qué pasará y explica que el mundo real no se preocupa por él, que su único lugar en el mundo es el bar nudista y que su familia son sus fans. Inicia la confrontación. A llaves y costalazos se define su vida, no sin antes aplicar su conocido salto mortal, el “Ram Jam” y todo culmina.
En esta película el guión es un elemento importante, sin embargo, por más prolijo encontremos el trabajo de escritura, se destaca la entrega total de sus actores, que contaron con 40 días para filmarla y así “El Luchador” consiguió los más importantes premios internacionales, incluyendo nominaciones al Oscar para Rourke y Marisa Tomei, ganadora del Oscar por “Mi primo Vinny”.
“El Luchador” es la redención definitiva para Mickey Rourke, un extraordinario actor cuya fama se vio opacada por las malas decisiones tomadas cuando era considerado como un símbolo sexy de la meca del cine.
Rourke era uno de los actores favoritos de Francis Ford Coppola, Sean Penn, Barry Levinson, Michael Cimino, Quentin Tarantino (quien le ofreció en su momento el rol de Bruce Willis en ese Pulp Fiction) y protagonizó películas tan interesantes como “Rumble Fish”, “Corazón de Ángel”, “9 semanas y media”, “El años del dragón”, “The Pledge”, “The Rainmaker” y definitivamente “Barfly”, un extraordinario trabajo de Barbet Schroeder, quizás la mejor actuación de su carrera.
Sobre “Barfly”, realizada en 1987, Rourke encarna a Henry “Hank” Chinanski, un poeta bohemio que vive su vida dentro de su cantina y consigue dinero extra peleando en la calle con el “bartender” del local. Esta cinta se basa en las vivencias del escritor Charles Bukowski y sus sórdidas borracheras.
En los últimos años, Rourke, con las lecciones aprendidas luego de ser boxeador profesional en una corta carrera y tras pasar por fallidas cirugías faciales reconstructivas, retoma su ejercicio como actor y se pone al servicio de Robert Rodríguez en “Sin City” y recientemente participa de la segunda parte de “Iron man”, con Roberto Downey Jr.
Para su personaje de Randy, Rourke se basa en las experiencias de joyas de la lucha libre profesional como Roddy Piper, Lex Lugger, Randy “Macho Man” Savage y Hulk Hogan. El resultado: el aplauso contundente de toda la comunidad de luchadores que se identificaron plenamente con el calvario de Ram y las experiencias amargas en una disciplina que tiene momentos de éxtasis y de profunda depresión.
Uno de los aspectos más sobresalientes del trabajo de Rourke es la visión frontal que ofrece sobre la caída de una estrella y el drama que vive tanto el personaje como el hombre que lo interpreta. En este caso, la caracterización de Rourke te permite interesarte por el drama del padre alcohólico que busca a través del viejo luchador profesional un momento de paz en medio de su desesperación. Al final, con el diálogo que comparte con Marisa Tomei, el espectador realmente entiende el destino y aplaude su honestidad.
Para Aronofsky, “El luchador” (perdió en los Oscar como mejor actor ante Sean Penn) y “El cisne negro” (que se convirtió en Oscar para Natalie Portman) serían una sola historia de amor, sin embargo al tratar de llevarla al cine, las complejidades de los mundos de ambos profesionales permitía crear dos historias que compartieran extensiones técnicas y dramáticas, que de alguna manera lograran ser vistas al final como hermanas de una misma fatalidad.
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lunes, 21 de marzo de 2011
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