En el contexto de la difusión masiva de leyendas, los “ninja” o “shinobi” son una élite entrenada para desarrollar acciones estratégicas poco ortodoxas en el arte de la guerra. Ellos abren el espacio a través del espionaje, la elaboración meticulosa de formas de eliminación, sabotaje y desarrollo de guerras de guerrillas con el afán de desestabilizar al ejército enemigo y obtener información valiosa que hiciera ganar conflictos bélicos.
Esta visión del espía mortífero por excelencia fue conducida hacia la cultura popular gracias a la literatura, luego por el cine y la televisión, extendiendo su radio de acción con la fantasía del anime, los comics y por ende, los videojuegos.
En la literatura, los escritores japoneses Ryōtarō Shiba y Fūtarō Yamada, concibieron “El castillo de la lechuza” y “Los rollos de los Ninja Kōga”, respectivamente, dos clásicos que introdujeron a los lectores en la cultura ninja; sin embargo en el occidente el escritor Ian Fleming popularizó a estos guerreros en su obra “Sólo se vive dos veces”, convirtiéndolos en dolores de cabeza para James Bond, y posteriormente James Clavel los presentó en su obra “Shogun: señor de samuráis”.
El fenómeno se hizo evidente en Estados Unidos desde la pequeña pantalla cuando la teleaudiencia se sorprendía con Kato (Bruce Lee), el chofer del “Avispón verde”, un héroe enmascarado vestido de negro que luchaba contra el crimen con una técnica de combate distinta a la acostumbrada. Kato podría convertirse en un antecedente al concepto “pop” del ninja.
Hacia 1967 se estrenó el filme “Sólo se vive dos veces” con Sean Connery y en los años siguientes, con la fiebre de las artes marciales, la indumentaria ninja se convirtió en un icono pop hasta principios de la década de los ochenta cuando los productores Menahem Golan y Yoran Globus crearon el “Cannon Group”, una casa productora y distribuidora de películas de pésima calidad pero de alto rendimiento en taquillas por contar con estrellas conocidas, entre ellas a Chuck Norris, Charles Bronson, Sylvia Kristel, Bo Derek, Richard Chamberlain, Michael Dudikoff, Sho Kosugi y Jean Claude Van Damme.
Además, en esos años eran muy celebradas las series “Por el honor de los Takeda” y “Lobo solitario y su cachorro”, basada en la obra de Kazuo Koike, así como también el “Ninja Kamui”.
Hacia 1981 crearon un concepto titulado “Enter the Ninja”, título extraído del éxito arrasador de “Enter the Dragon”, con Bruce Lee. En este caso reclutan al astro del cine B Franco Nero (Django, “Vamos a matar compañeros” y “Duro de Matar 2”) para contar la historia de un veterano de Vietnam que se entrena en “nunjitsu” y debe enfrentarse a Venarius y su clan de ninjas cuyo villanísimo es Sho Kosugi, maestro japonés de las artes marciales, que se popularizó por interpretar a ninjas (“Black Eagle”, “Ninja III”, “Kabuto”, “El regreso del ninja”).
Luego, una serie de televisión titulada “El maestro”, con Lee Van Kleef extendió la fiebre ninja hasta que una serie creada por Cannon Group la hizo polvo con la saga “American Ninja”, protagonizada primero por Michael Dudikoff y luego por David Bradley.
La pasión ninja pasó hacia el comic y el dibujo animado con las series GI Joe y Las tortugas ninja, pero las nuevas generaciones han conocido a Naruto, creado por Masashi Kishimoto, Azumi, Ninja Scroll, Ninja Boy y Ninja Hatori.
En el cine, los norteamericanos utilizaron a los ninjas para producir películas infantiles como “3 Ninjas” y comedias de menor calibre como “Un ninja en Beverly Hills” (con el difunto Chris Farley), lo que nos lleva a la actualidad cuando un gran estudio se entusiasma por llevar de la mano del productor Joel Silver, los hermanos Washowski (los de The Matrix) y el director James McTeige (“V de Vendetta”) para entregar “Ninja Assasin”, más de lo mismo, pero con un presupuesto más decente que las experiencias cinematográficas anteriores.
En este filme, Raizo (por cierto habrá que encontrar en “youtube” canciones de Rain para saber quién es el protagonista de la película) es un asesino ninja entrenado por el clan de Lord Ozunu (Sho Kosugi) que espera con paciencia en qué momento se descuida la organización para acabarla.
En el camino, somos testigos de una sesión de sangre digital a montones, cuerpos desmembrados, un completo desperdicio de actores y una historia que pide a gritos que sea contratado un guionista decente y coherente.
Si es por disfrutar una película de acción, hasta este género tiene sus códigos definidos por las extraordinarias secuencias de persecución, peleas sangrientas, diálogos agudos y graciosos, efectos especiales adecuados, alguna actuación qué destacar, pero sobre todo un buen relato.
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