Rainer Tuñón C.
Cuando la percepción de la violencia lleva a determinados grupos a vivir alejados de las balas perdidas y el desastre generado por la elevada criminalidad, surgen soluciones que en principio garantizan ciertos niveles de seguridad, y en su defecto se van activando programas que intentan crear una cultura de seguridad ciudadana, promoviendo la convivencia pacífica en las comunidades para que haya integración de los residentes en beneficio del orden ciudadano.
Hace algunos días, revisando las cifras del Informe sobre Desarrollo Humano para América Central cuyo enfoque va en la línea de seguridad ciudadana y luego de una visita sorpresa al videoclub, me llamó la atención un título mexicano llamado “La Zona” (por cierto, lo presentaron hace unos días en una muestra de cine reciente en ciudad de Panamá), que narra en tono de “thriller”, la exageración de las acciones de seguridad ciudadana, al margen absoluto de la ley.
En este filme mexicano, dirigido por el uruguayo Rodrigo Plá, unos muchachos cruzan la muralla que divide un barrio pobre del exclusivo residencial: “La Zona”, en una noche lluviosa, con intenciones de robar.
Dos de ellos mueren y uno se esconde en una casa, pero el hijo de uno de los “zonianos” lo encuentra oculto en la residencia; mientras, los miembros de la Junta Directiva del grupo que administra los intereses de la barriada aboga por “eliminar” el problema, no contarle a la policía y ocultar todos las evidencias posibles, por el bien de la comunidad.
Como los dueños de las casas del residencial tienen un sofisticado sistema de vigilancia perimetral y guardan alguna “relación” con la policía, se logra pausar al brazo de la ley, sin embargo un agente de policial, molesto por la situación de privilegios de estos supra ciudadanos, decide investigar hasta dar con el paradero de los muchachos que se metieron en La Zona.
De esta manera, la comodidad y la seguridad del modelo sub urbano es una fachada de la línea amoral e inescrupulosa de un sector de la sociedad que utiliza la paranoia cotidiana para ofrecer como respuesta de seguridad, la aplicación de medidas que se pasan de la línea de lo legal, por aquello de conservar la paz y armonía.
Cuando los vecinos atacan…
En el cine norteamericano vimos un ejemplo de la mano de M. Night Shyamalan (“El sexto sentido) cuando nos introduce en “La Aldea”, una cinta que nos transporta hacia una comunidad que vive en el siglo XIX dentro de un bosque, que vive ligeramente atemorizada por unos seres denominados los “innombrables”, y para prevención y vigilancia, construían torres de vigilancia y colocaban banderas amarillas alrededor de la aldea, alegando que el color amarillo los protegía.
Al final conocimos una realidad social llevada a la hipérbole, pero con un valor de reflexión muy puntual, sobre todo por la realidad tan violenta que tenemos.
Claro está, las acciones de los vecinos también se han visto reflejadas en otros géneros, siendo “La jauría humana”, de Arthur Penn, el ejemplo mejor estudiado, pues en esta cinta se analiza el posible linchamiento de un hombre que se ha escapado de un penal y vuelve a su localidad sólo para darse cuenta que sus convecinos se dedicarán a cazarlo.
Y qué decir del mito de Rambo, en donde las autoridades se dedican cazar al veterano de Vietnam por vagabundear y resistirse a una acción de arresto; o del residencial de policías corruptos que hacen todo lo que esté al margen de la ley para proteger el vecindario, visto desde el ángulo eficaz de James Mangold en “Tierra de Policías” (por cierto, ambas son protagonizadas por Sylvester Stallone).
Posiblemente, una de las más irónicas y graciosas miradas a la paranoia sub urbana la imprime Joe Dante (“Gremlins”) cuando recrea las vivencias de los residentes de un típico barrio gringo de clase media-alta, cuando los “vecinos vigilantes” empiezan a sospechar de los Klopek, recién mudados elementos que nunca salen de casa y que en el sótano ocurren cosas extrañas.
En el caso de “La Zona”, más allá de llevarnos a la realidad de las marcadas divisiones de clase evidentes en el filme, lo interesante del filme lo aporta una reflexión latente sobre la seguridad y las medidas que adoptamos como ciudadanos, que al calor de los eventos violentos, podemos convertirnos en seres que actúan de manera irracional, y peor aún, al margen de la ley.
Cuando la percepción de la violencia lleva a determinados grupos a vivir alejados de las balas perdidas y el desastre generado por la elevada criminalidad, surgen soluciones que en principio garantizan ciertos niveles de seguridad, y en su defecto se van activando programas que intentan crear una cultura de seguridad ciudadana, promoviendo la convivencia pacífica en las comunidades para que haya integración de los residentes en beneficio del orden ciudadano.
Hace algunos días, revisando las cifras del Informe sobre Desarrollo Humano para América Central cuyo enfoque va en la línea de seguridad ciudadana y luego de una visita sorpresa al videoclub, me llamó la atención un título mexicano llamado “La Zona” (por cierto, lo presentaron hace unos días en una muestra de cine reciente en ciudad de Panamá), que narra en tono de “thriller”, la exageración de las acciones de seguridad ciudadana, al margen absoluto de la ley.
En este filme mexicano, dirigido por el uruguayo Rodrigo Plá, unos muchachos cruzan la muralla que divide un barrio pobre del exclusivo residencial: “La Zona”, en una noche lluviosa, con intenciones de robar.
Dos de ellos mueren y uno se esconde en una casa, pero el hijo de uno de los “zonianos” lo encuentra oculto en la residencia; mientras, los miembros de la Junta Directiva del grupo que administra los intereses de la barriada aboga por “eliminar” el problema, no contarle a la policía y ocultar todos las evidencias posibles, por el bien de la comunidad.
Como los dueños de las casas del residencial tienen un sofisticado sistema de vigilancia perimetral y guardan alguna “relación” con la policía, se logra pausar al brazo de la ley, sin embargo un agente de policial, molesto por la situación de privilegios de estos supra ciudadanos, decide investigar hasta dar con el paradero de los muchachos que se metieron en La Zona.
De esta manera, la comodidad y la seguridad del modelo sub urbano es una fachada de la línea amoral e inescrupulosa de un sector de la sociedad que utiliza la paranoia cotidiana para ofrecer como respuesta de seguridad, la aplicación de medidas que se pasan de la línea de lo legal, por aquello de conservar la paz y armonía.
Cuando los vecinos atacan…
En el cine norteamericano vimos un ejemplo de la mano de M. Night Shyamalan (“El sexto sentido) cuando nos introduce en “La Aldea”, una cinta que nos transporta hacia una comunidad que vive en el siglo XIX dentro de un bosque, que vive ligeramente atemorizada por unos seres denominados los “innombrables”, y para prevención y vigilancia, construían torres de vigilancia y colocaban banderas amarillas alrededor de la aldea, alegando que el color amarillo los protegía.
Al final conocimos una realidad social llevada a la hipérbole, pero con un valor de reflexión muy puntual, sobre todo por la realidad tan violenta que tenemos.
Claro está, las acciones de los vecinos también se han visto reflejadas en otros géneros, siendo “La jauría humana”, de Arthur Penn, el ejemplo mejor estudiado, pues en esta cinta se analiza el posible linchamiento de un hombre que se ha escapado de un penal y vuelve a su localidad sólo para darse cuenta que sus convecinos se dedicarán a cazarlo.
Y qué decir del mito de Rambo, en donde las autoridades se dedican cazar al veterano de Vietnam por vagabundear y resistirse a una acción de arresto; o del residencial de policías corruptos que hacen todo lo que esté al margen de la ley para proteger el vecindario, visto desde el ángulo eficaz de James Mangold en “Tierra de Policías” (por cierto, ambas son protagonizadas por Sylvester Stallone).
Posiblemente, una de las más irónicas y graciosas miradas a la paranoia sub urbana la imprime Joe Dante (“Gremlins”) cuando recrea las vivencias de los residentes de un típico barrio gringo de clase media-alta, cuando los “vecinos vigilantes” empiezan a sospechar de los Klopek, recién mudados elementos que nunca salen de casa y que en el sótano ocurren cosas extrañas.
En el caso de “La Zona”, más allá de llevarnos a la realidad de las marcadas divisiones de clase evidentes en el filme, lo interesante del filme lo aporta una reflexión latente sobre la seguridad y las medidas que adoptamos como ciudadanos, que al calor de los eventos violentos, podemos convertirnos en seres que actúan de manera irracional, y peor aún, al margen de la ley.
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