Rainer Tuñón Cantillo
¿Realmente premiaron lo mejor del cine estrenado en los Estados Unidos durante el 2008? Se trata de la duda que cada año, algunos curiosos tratan de resolver minutos después de culminada la premiación de los Oscar. En el caso de la gran ganadora de ocho premios, “Slumdog Millionaire”, la inquietud se hubiese aclarado si en Panamá tuviéramos la oportunidad de ver las cinco películas nominadas como mejor cinta del año, aunque siendo honestos no serviría de mucho, si la mayoría estas obras en competencia no duraría más de una semana en cartelera.
Sobre los grandes vencedores, otros se preguntan: ¿No será que el premio a la película británica -pero ambientada en Bombay- es el triunfo de los desamparados que le permite a los espectadores promedio hacerse la idea de que en la puerta de la era Obama, aquella de las esperanzas para el pueblo que choca con la realidad de los miles y miles de desempleos, existen cuentos de hadas para cada una de las esquinas más pobres y pobladas del mundo?
En alguna ocasión se analizó la relación que existe entre la situación sociopolítica y cultural en Estados Unidos con las decisiones de los miembros de la Academia de Ciencias y Artes de los Estados Unidos, aquella que cada año nos obliga a sentarnos frente al televisor por unas tres horas para oír chistecillos de mal gusto y aguantarse un show que año tras año entrega un sabor avinagrado, sin recuperar la esencia original de la políticamente correcta ceremonia.
Aún así, todavía quedan algunas dudas de algunos sabios creyentes. Por ejemplo: ¿Será que el Oscar a Heath Ledger ha sido como un premio de consolación post mortem, pues lo obviaron kilométricamente por las conservadurías de AMPAS cuando estuvo gigante en “Secreto en la montaña”?; ¿qué extraño que a Mickey Rourke no le hayan perdonado por su antecedentes zigzagueantes en la industria y le “negrearan” la posibilidad de una estatuilla, pero a Sean Penn, interpretando a un político gay le permitieran entrar al selecto grupo de actores que tienen dos Oscar y de paso sopesar desatinos pasados?, o ¿No se merecían Wall.e y Batman, el caballero de la noche sendas nominaciones a mejor película del año, que siendo conocidos “blockbusters”, no llegaron a ser considerados como películas de arte cinematográfico?
Lo cierto es que salvo por el caso de Sean Penn, el oscar de la japonesa “Okuribito” (excepcional película sobre ritos funerarios) y el cambio de formato en la producción de la gala, el resto de lo ocurrido no fue sorpresivo.
Era un hecho que Penélope Cruz sería la ganadora del Oscar por Vicky Cristina Barcelona, una comedia de Woody Allen, aunque el galardón no sorprende si tomamos en cuenta que Allen ya es experto en ponerle estas estatuillas en manos de sus musas, empezando por las ganadoras del Oscar Dianne Keaton (“Annie Hall”), Diane Wiest (“Hannah y sus hermanas” y “Balas sobre Broadway”) y Mira Sorvino (“Poderosa Afrodita”), o poniendo en la carrera a las nominadas Geraldine Page y Maureen Stapleton (“Interiores”), Mariel Hemingway (“Manhattan”), Judy Davis (“Esposos y esposas”), Jennifer Tilly (“Balas sobre Broadway”) y Samantha Morton (“Sweet and Lowdown”).
En el caso de Kate Winslet, ganarse el Oscar luego de cinco nominaciones anteriores, le permitía estar entre las divas con su trofeo, aunque la reina del Oscar estuvo nominada también. Merryl Streep lleva dos premios y quince nominaciones, pero ya es hora de que se levante con su tercera escultura dorada.
Por el resto, pues se celebra que reconozcan el talento de nuevos genios del cine como David Fincher y Danny Boyle, quienes han ofrecido historias controversiales que juegan entre lo comercial con sello de autor y lo independiente, pues sus trabajos siempre logran distanciarse de lo que acostumbramos a ver semana a semana.
Fincher, conocido por sus extraordinarias películas “Siete”, “El club de la pelea” y “Zodiaco”, estaba nominado por “El curioso caso de Benjamín Button”; mientras que Boyle, de filmografía más abarcadora (“Tumba al ras de la tierra”, “Transpotting”, “Millonarios”, “28 días después” y “Alerta Solar”), ha sido el favorito de Hollywood y Bollywood al trasladarnos a la fotogénica ciudad para adentrarnos en el relato de un repartidor de té que gana millones de rupias en un concurso de televisión, al que acusan posteriormente de engaño.
Este proyecto de Boyle le ha permitido incluso elogios del primer ministro de la India, Manmohan Singh, quien manifestó a los periodistas que el filme ha puesto al país en el punto de mira de todo el mundo.
Posiblemente, más entusiasmado esté el ganador del Oscar AR Rahman (el mismo músico de “Laagan”), quien comparte, como Gustavo Santaolalla, el honor de llevar al cine estadounidense un ritmo universal desde el corazón de nuestros barrios eternos, lugares del cual Rubén Blades narra con sabiduría en el tema de Calle 13 “La Perla”, en donde: “…hasta el que es feto trabaja”.
De todas formas, los premios de la Academia parecen ser un termómetro de lo que percibimos en nuestra aldea global, si recordamos por ejemplo qué película ganó hace 25 o 50 años y qué pasaba durante ese año en la sociedad.
Para el cine hindú, “Slumdog Millionaire” pasa a la historia como un golazo de pierna inglesa, de la gente de Bollywood, industria que produce más de 800 películas por año, que entra por la puerta grande y buscará más y mejores oportunidades para contar sus historias, pero al mismo tiempo, es el triunfo de unos cuantos que contra todo pronóstico no hacen otra cosa que realizar buen cine, de aquí a la China… (en este caso a la India).
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