Rainer Tuñón C.
Una generación influenciada por
la nouvelle vague, el spaghetti western, los movimientos sociales y políticos
de finales de los sesenta, paradigmas de la época sobre la sexualidad a través
de las bellas artes y la lucha civil por hacer respetar derechos humanos,
seguramente recuerda como principales referentes cinematográfico de la época a
“El último tango en París” y “Novecento”, ambas, obras fundamentales en la
filmografía de Bernardo Bertolucci.
El joven e inquieto rapsoda, hijo
de Don Attilio Bertolucci, poeta, escritor, documentalista, profesor de
historia del arte y una de las figuras más representativas de las letras
italianas gracias a “Viaggio d'inverno”, se ha convertido en el más influyente
realizador y polemizador del cine italiano por sus logros y controversias
durante su carrera como director de cine.
Sin haber cursado estudios
formales ni técnicos, por la buena relación que tenía su padre con el mítico
cineasta Pier Paolo Pasolini (“Saló o los 120 días de Sodoma”), logró entrar en
una industria como asistente de su filme “Accatone”, lo que facilitó su encuentro
hacia la maravillosa simbiosis entre el lenguaje de fotogramas, la lírica, las
ciencias políticas y fenómenos sociales para exponer su trabajo con un lenguaje
que más adelante se reconoce como rico en texturas, policromías, ritmo,
secuencia lógica, compromiso político y franco en su enfoque sexual, que lo
colocó como un realizador muy querido por la clase intelectual europea, pero de
igual manera, un autor aplaudido y vapuleado entre el público que le seguía en
cada filme.
“La cosecha estéril”, su primer producto formal que toma el mundillo de ladronzuelos y chulos romanos a
propósito de la muerte de una meretriz, se abrió como una gran obra escrita por
Pasolini, pero dirigida por un joven de apenas 22 años, con suficiente madurez
para abordar una temática dura y seca como la sociedad criminal que acompañaba
al relato. Luego, se trasladó al drama con ribetes políticos y sexuales
titulado “Antes de la revolución”, en donde empieza a manifestar la relación
incestuosa de sus personajes, va creciendo a lo largo de su filmografía y se
hace evidente cuando rueda “La luna”, con Jill Clayburgh, a finales de los años
70, y la actualiza al mostrarnos por primera vez a Eva Green con “Los
Soñadores”, del año 2003.
Sus siguientes impulsos fílmicos fueron mucho más cercanos a su vena literaria. “El conformista”, la versión
cinematográfica del libro de Alberto Moravia, protagonizada por Jean-Louis
Trintingnant, y “La estrategia de la araña”, basada en el cuento “Tema del
traidor y del héroe”, escrito por Jorge Luis Borges de su colección “Ficciones”
(1944), han sido considerados como dos prolijos ejemplos que consolidaron la
fama de Bertolucci.
Su obra más recordada en el mundo
es “El último tango en París”, escrita y dirigida por el italiano, y
protagonizada por Marlon Bando, interpretando a un recién enviudado hombre de
negocios que tiene una relación anónima y clandestina con la novia de un
director de cine, donde la violencia física, sexual y verbal son la tónica de
un estudio sobre los límites de la soledad y la lujuria, con su ya conocida,
pero muy polémica anécdota de la mantequilla, que incluso tuvo una discutida
repercusión hacia el año 2007, cuando la actriz Romy Schneider reconoció que
había sido víctima de agresión sexual y humillación en la filmación de esa
escena por no haber sido previamente consultada sobre si deseaba hacerla, pues
comentaba que no formaba parte del guión y decidieron hacerla sin su
consentimiento.
La película se convirtió en un
hit mundial, llegó a ser prohibida en algunos países, pero sentó un antes y un
después en la mesa de conversaciones entre adultos de esa década, además de
recibir nominaciones al premio Oscar para Bertolucci como director y Brando en
calidad de actor.
El drama más personal y
ambicioso de su carrera se titula “Novecento”, que nos narra cinco décadas de
historia italiana, protagonizada por Robert De Niro, Gerard Depardieu, Dominic
Sanda, Donald Sutherland y Burt Lancaster. Siendo una gran epopeya de su
tiempo, con una bellísima cinematografía a cargo de Vitorio Storaro (ganador
del Oscar por “Apocalipsis ahora”, “Reds” y “El último emperador”) y la
grandeza de Ennio Morricone (Oscar por “Los 8 más odiados”, de Quentin
Tarantino) como compositor musical, sigue siendo considerada la gran obra
europea del cine clásico.
Antes de su proyecto más premiado
por Hollywood, “El último emperador”, se hizo de una pequeña y celebrada
tragicomedia con Ugo Tognazzi y Anouk Aimée titulada “La tragedia de un hombre
ridículo”. Después de ganar 9 premios Oscar, y haber conquistado las plazas más
importantes del cine mundial, Bertolucci atraviesa una etapa más comercial,
madura y rica en tonalidades, con sus siguientes proyectos “El cielo
protector”, “El asedio” y “El pequeño Buda”; sin embargo sus guiños de libertad
e inocencia sexual se vieron más cercanos con sus películas “Belleza robada”,
“The Dreamers” y su última película “Io e te”, encontrando nuevas musas en Liv
Tyler, Eva Green y Tea Falco, respectivamente.
Bernardo Bertolucci, innegable maestro del cine
italiano, dejó grandes obras, en su mayoría piezas eternas del celuloide que
generaciones completas siguen estudiando y revisando para encontrar
interpretaciones y hacer paralelos socioculturales a propósito de una visión
controvertida y mordaz en nuestro comportamiento político, cultural y social.
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