Los minions son organismos unicelulares que
existen desde la era de los dinosaurios. Su propósito en la vida: servir a un
villano, no importa si es de origen humano, animal o robótico.
En el curso de su historia A.G. (antes de Gru),
han participado en el ascenso y caída de faraones, vampiros, emperadores, entre
otras grandes mentes criminales; sin embargo, el exilio y la falta de amo, provoca
un sentido abrumador de aburrimiento y presienten su extinción.
Ello los lleva a escoger liderazgos que permitan
salir a buscar formas malvadas a quien seguir, por lo que la vista de la Estatua
de la Libertad los conduce hacia la tierra de las oportunidades y a su vez a
Scarlett Overkill, una villana para morir.
La carta de presentación de estas amarillentas “tic
tacs” permite a los niños ser parte de la fantasía y la hilaridad desenfrenada,
pues los minions son el alma de cualquier fiesta, debacle o algún evento con
resultado incierto.
Como protagonistas, no podrán sostener realmente
una película de más de hora y media, pero: ¿a quién le importa?
Lo bueno del filme, definitivamente es Pierre
Coffin, el genio detrás de estas píldoras amarillas que llegamos a conocer
gracias a la serie “Mi villano favorito”. La visión de estos personajes y su dispar
comportamiento es un toque fino del buen “slapstick” con sardónica picardía,
pero el logro más convincente lo aporta con su capacidad de recrear con técnica
esas especiales voces y colocar en la pantalla tantos referentes culturales
para mantener motivados a los adultos que siguen las desventuras de estos tiernos y siniestros personajes.
Coffin, además, llega a aclarar que en el
universo minion no hay hembras, pues "viendo lo tontos y estúpidos que son
a menudo, no
podría imaginar a minions hembras", según comenta en notas de producción.
Asimismo, el autor desmitifica, a través de esta
película, el origen mismo de ellos, alegando no son seres humanos “minionizados”
o que son resultado de clonaciones.
El gran valor del filme
recae en la capacidad de mantener un ritmo ameno, bajo la dirección de
Coffin y Kyle Balda, sin mayores pretensiones, con una buena partitura musical
de Heitor Pereira (ex integrante del Simple Red que se dedicó a componer para
películas como “Mi villano favorito” y “Los Pitufos”), que evoca con tino la
sonoridad de los años sesenta, y hace tributos a Henry Mancini y Lalo Schifrin;
así como el loable trabajo de edición y conceptualización de los gráficos para
este proyecto que entretiene.
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