jueves, 16 de julio de 2015

Villanos al ritmo de los minions

Rainer Tuñón C.

Los minions son organismos unicelulares que existen desde la era de los dinosaurios. Su propósito en la vida: servir a un villano, no importa si es de origen humano, animal o robótico.

En el curso de su historia A.G. (antes de Gru), han participado en el ascenso y caída de faraones, vampiros, emperadores, entre otras grandes mentes criminales; sin embargo, el exilio y la falta de amo, provoca un sentido abrumador de aburrimiento y presienten su extinción.

Ello los lleva a escoger liderazgos que permitan salir a buscar formas malvadas a quien seguir, por lo que la vista de la Estatua de la Libertad los conduce hacia la tierra de las oportunidades y a su vez a Scarlett Overkill, una villana para morir.  

La carta de presentación de estas amarillentas “tic tacs” permite a los niños ser parte de la fantasía y la hilaridad desenfrenada, pues los minions son el alma de cualquier fiesta, debacle o algún evento con resultado incierto.

Como protagonistas, no podrán sostener realmente una película de más de hora y media, pero: ¿a quién le importa?

Lo bueno del filme, definitivamente es Pierre Coffin, el genio detrás de estas píldoras amarillas que llegamos a conocer gracias a la serie “Mi villano favorito”. La visión de estos personajes y su dispar comportamiento es un toque fino del buen “slapstick” con sardónica picardía, pero el logro más convincente lo aporta con su capacidad de recrear con técnica esas especiales voces y colocar en la pantalla tantos referentes culturales para mantener motivados a los adultos que siguen las desventuras de estos tiernos y siniestros personajes.

Coffin, además, llega a aclarar que en el universo minion no hay hembras, pues "viendo lo tontos y estúpidos que son a menudo, no podría imaginar a minions hembras", según comenta en notas de producción.

Asimismo, el autor desmitifica, a través de esta película, el origen mismo de ellos, alegando no son seres humanos “minionizados” o que son resultado de clonaciones.

El gran valor del filme recae en la capacidad de mantener un ritmo ameno, bajo la dirección de Coffin y Kyle Balda, sin mayores pretensiones, con una buena partitura musical de Heitor Pereira (ex integrante del Simple Red que se dedicó a componer para películas como “Mi villano favorito” y “Los Pitufos”), que evoca con tino la sonoridad de los años sesenta, y hace tributos a Henry Mancini y Lalo Schifrin; así como el loable trabajo de edición y conceptualización de los gráficos para este proyecto que entretiene.

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