lunes, 24 de agosto de 2015

Las andanzas del Chupacabras


Rainer Tuñón C.

Se reconoce a la criptozoología como una pseudociencia que confía en relatos, leyendas, reportes oculares, avistamientos y evidencias que carecen de rigor científico; sin embargo, sus historias pasan generaciones buscando respuestas entre investigaciones paralelas a sucesos científicamente comprobados, revisiones de revistas de sólido prestigio que reportan fenómenos más allá de nuestro entendimiento, o definitivamente las mejores series y películas sobre actividad paranormal y demás hierbas aromáticas.

Desde el monstruo del lago Ness, los rods, el Yeti, el Kraken, el Okapi y Pie Grande hasta nuestro propio ídolo criptológico latinoamericano: "El Chupacabras", ha existido una morbosa fascinación sobre todo por lo que este personaje ha podido hacer para robarle la calma a cualquier vecino puertorriqueño, mexicano, colombiano, argentino y definitivamente, el panameño.

El cine B se está nutriendo de este icónico monstruito, pero lo han llevado de paseo a través de lamentables proyectos, tanto de cine como de televisión, cuya máxima representación tiene como escenario perfecto la selva darienita, y encima toma como contexto el mismísimo tapón del Darién, en donde el calor y las vicisitudes colocan a cinco turistas que llegan a Panamá, se pasean por la cinta costera, logran hospedarse en un hotel con todas las facilidades de fiesta, movida y diversión, buscan lo máximo en turismo ecológico y de aventura en la misteriosa región; pero chocan inevitablemente con el mismísimo “Chupacabras”, que dejó de alimentarse de animalillos, para comer carne y beber la sangre de sus parranderas víctimas.

¿Qué hemos visto por ahí sobre el Chupacabras? Definitivamente aquellas cintas tituladas “Guns of El Chupacabra” y “Chupacabra: Dark Seas”, así como las apariciones del mítico depredador en las series animadas de “El laboratorio de Dexter”, en “Scooby-Doo” y definitivamente en un capítulo de los “Expedientes Secretos X”.

Ahora, el nobel director Alastair Orr y su equipo de producción toman la rienda de este proyecto y quedan más que entusiasmados con las posibilidades de fílmicas del país, pero creemos que dejaron pasar un detalle importante: hacer una historia coherente, distinta y de impacto, no esta monumental pieza de aburrimiento (escrita por Max Roberts), que presentaran en clave de suspenso, que para colmo de males se enreda con una innecesaria secuela de clisés absurdos del género, buscando alguna excusa para crear sustos apenas genuinos.

En el cine de terror de bajo presupuesto, intentarlo no basta. Hasta la trilogía de “Sharknado  o el serial de “explotation” llamado “Machete”, entendiendo su buen gusto por presentar verdaderas basuras que divierten por lo absurdo, son piezas de fina edición al lado de este ejemplo de cine chatarra que trata -sin éxito- de posicionar al país como centro de interés en cuanto a locaciones exóticas.

Lo peor del filme no es el hecho de que sea la típica mala película que presentan como “filmada en Panamá” (“Desnuda en la arena”, con Isabel Sarli al menos  enseñó a ver el Causeway hacia 1969), que tenga actores desconocidos que registran básicos modelos de interpretación, o que mezcle la acción con el pseudo documental y cierre con el clásico formato de “noticia de última hora”, valiéndose de las redes sociales como elemento innovador, sino la referencia perversa del título para satisfacer el gancho marquetero de las audiencias fuera de Latinoamérica, refieriéndose al término “Indigenous”, como profesando al carácter mismo del mito y su aparente relación originaria.

Posiblemente, lo que guste a ratos sea la presentación misma del monstruo; sin embargo, si han visto aquel placer culposo llamado “Especies” (por cierto, dicen que la aparición en Puerto Rico del Chupacabras se dio cuando la estrenaron en 1995, por ello creen que se parece al personaje de Sil, encarnado por Natasha Hernstridge), "El Descenso" de Neil Marshall y la saga del “Señor de los Anillos”, que haga posar al Golum o a cualquier orco, definitivamente desaparece gradualmente la fascinación en la gran pantalla por este fenómeno cultural que acaparó titulares en diarios y programas sensacionalistas cuando no había noticia de interés qué publicar.

Hay cine peor, es cierto, pero ¿para qué ver más de lo mismo con la excusa de que se filmó en el istmo?




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