Rainer
Tuñón C.
La
evolución constante de la comunicación digital y la búsqueda de tácticas que logren
influir positivamente en nuestros “millennials”, comprendiendo su oferta de
valor, motiva a hacer una profunda reflexión sobre la realidad que se desnuda
descaradamente a diario, a través de las plataformas digitales, así como la
validación de un periodismo que apueste por las nuevas tendencias, pero demostrando
en su justa medida que el periodista funge como un curador de la información
veraz, responsable y comprometida con el desarrollo positivo de nuestra
sociedad.
Si
entendemos que el curador de arte ejecuta aquellas estrategias que le aseguren
una exitosa relación entre los artistas y su público en cómo una obra debe ser
presentada, los periodistas nos estamos convirtiendo en algo más que eficientes
compiladores de datos y hechos veraces que elevan la voz para ayudar a orientar
a la sociedad con compromiso social, ética, valores humanos y la búsqueda constante
de lo que idealmente se entiende como la verdad.
El
poder de las nuevas herramientas de comunicación que desfilan ante múltiples
formatos y plataformas es completamente palpable, sobre todo cuando interpretamos
las razones por las cuales se difunden a diario campañas informativas que
tienden persuadir a un público específico en un momento clave para la toma de
alguna decisión importante.
Asimismo,
la utilización de estos soportes se está prestando para hacernos revivir, como
sociedad, lamentables capítulos de nuestra historia que tanto cuestionamos y
que en este momento parecen despertar las mismas pasiones, ahora con
capacidades de data ilimitada.
Vemos en redes sociales o escuchamos comentarios de gasolineras y pasillos de
supermercado, cómo nos estamos volcamos hacia el evidente rasgo de xenofobia,
la discriminación racial y sexual, el absurdo conservadurismo, el juicio sin el
respeto a la legítima defensa, el linchamiento en redes sociales/foros virtuales
y el desnudo como moda “status quo” de un movimiento social inmaduro muy
contradictorio que nos mueven como horda hacia un moderno coliseo, en donde el
“smartphone” es verdugo de un pulso social que clama por sangre, sudor, sexo,
arena y prisión, sin mayor una mayor reflexión.
Hace
poco, un auto denominado periodista digital mostraba la producción de un interesante
video -de minuto y medio- sobre un hecho que según sus palabras “haría estragos”.
Su idea era venderlo, como parte de un paquete de comunicación estratégica, junto
con una grilla de tuits, un par de explosivos memes, una caricatura de grueso
calibre y una cadena de cuestionadores mails, desde una personalidad digital anónima,
para mostrar cuán poderosa sería esta campaña una vez se la posteara a los
periodistas más influyentes de la ciudad.
De
inmediato, la pregunta necia: ¿Investigaste, corroboraste y verificaste esta
información? Lejos de cuestionar su conducta profesional, compartí el propósito
de comunicar con responsabilidad y evitarse problemas legales por promover un
tipo de escenario desprovisto de información real, lo que de inmediato hizo
recordar algo que Carl Bernstein mencionaba: “… la esencia del periodismo, que debe ser la que guíe a
todo buen profesional, es buscar la verdad y contarla sin manufacturas, ni
sensacionalismos”.
En la actualidad, el buen periodista, sobre todo, el que interactúa
con nuestra generación de “millennials” se debe distinguir por un común
denominador: es un profesional que sabe diferenciar entre una información
veraz, relevante y actual, frente al resto que coloca cualquier contenido en
los múltiples vehículos de la comunicación digital y otros soportes de la comunicación
tradicional.
De esta manera, el periodismo, en estos tiempos digitales, ha
de desarrollarse a ritmo trepidante, pues los datos que llegan en tiempo real, aunque
requiere de una importante inflexión que lo lleva hacia el análisis y decantado
profesional de hechos, que sean complementarios a nuestro parecer sobre la discernimiento
entre un hecho cierto y la información que se mueve sobre la pista digital.
En
definitiva, porque somos parte de esta nueva cultura, el whatsapp, los
teléfonos inteligentes, las redes sociales y los micro formatos son claramente
algunas de las herramientas eficientes de la gestión comunicacional para
nuestros “millennials”, porque van más allá de los paradigmas conocidos al
servicio de la información, pero estas deben ser parte de una estrategia
comunicacional responsable que más allá de los contenidos, informe con seriedad
y compromiso para que todos podamos tomar las mejores decisiones como sociedad.
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