Rainer Tuñón C.
En algún momento
se desvió la atención sobre algo que entendía, y era fundamental, para convivir
pacíficamente en un país tan noble como Panamá. Me decían - y luego lo estudié
- que todos podemos gozar de nuestros derechos, ya sean económicos, sociales y
culturales como seres humanos, sin distingo de raza, religión, sexo, religión,
opinión política, posición económica, nacimiento en incluso preferencia sexual,
porque, al fin y al cabo, eso somos.
Creía que se
trataba del principio de la universalidad de los derechos humanos, sin que
necesariamente intervinieran factores que ahora comprendo que no serán
superados en mucho tiempo por nuestras propias barreras socio conductuales.
La
discriminación por raza, sexo, ideas políticas, religión y posición económica
golpea a cada ciudadano que se ve en el espejo de quien no progresa por los
límites que imponemos a nuestra propia búsqueda humanista.
Justo en el
medio de la polémica sobre las uniones y/o matrimonios entre personas del mismo
sexo, noto cómo el testimonio de algunos valientes, dice precisamente lo
contrario a lo que entendía que distinguía a Panamá sobre otras culturas de la
región, con aquello de “puente del mundo, corazón del universo”.
Resulta que
ahora arrinconamos a la comunidad LGTB y le cercenamos cualquier posibilidad de
encontrar paz construyendo sus propias vidas y familias so pretexto de que “contagian”
con su “inmoralidad” a los "buenos panameños", esos que, en unión heterosexual,
ayudan a mantener la reputación digna basada en valores cristianos y paradigmas
sociales del buen ciudadano.
Sin generalizar,
hay tanto odio, rencor, doble moral, falsedad y unas ganas enormes de
flagelarse ante cualquier realidad que toque su propia puerta que, para
esconder sus absurdas limitaciones, y se hacen eco en esta innecesaria cacería
de brujas frente a un grupo social que merece iguales condiciones porque
también aportan en valores y ayudan a hacer crecer a este país, pero siguen
siendo seres humanos etiquetados. En esta misma discusión, la sociedad discrimina,
pero al mismo tiempo brinda espacios mediáticos para hacer evidente que
“algunos ellos divierten”.
En algunos casos, nuestras
familias nos han criado y educado con valores, comprensión y debate de ideas,
con espacios creativos, formaciones intelectuales y teológicas que nos permiten
escoger, con cierta madurez y conocimiento, cuál será el mejor camino para
conducirse uno mismo en esta sociedad, pero basado en el respeto a los seres
humanos y la protección de nuestro entorno social, cultural y ecológico.
Crecí con
amistades y familiares de preferencia sexual definida, vistos, apreciados y
amados por lo que son: mis seres queridos. Respeto los temas de orientación
sexual y la protección de los derechos humanos y resulta que mi país firmó
declaraciones ante organismos internacionales de prestigio que extienden este
tipo de amparo.
¿Qué está
pasando en la actualidad? Por la defensa de reconocimientos consagrados en
pactos internacionales que se supone respetamos, estamos siendo hostiles unos y
otros en una espiral de prejuicios, violencia, odio y enfrentamientos entre
hermanos que habitamos en una casa, que ante los ojos de Dios, sigue siendo
Panamá: una tierra bendecida por la abundancia y diversidad.
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