Rainer Tuñón C.
Para aquellos fanáticos de ese fenómeno llamado “Star Wars” -me incluyo-,
la reacción inmediata, luego de terminar de ver todos los créditos del episodio
VII, llamado además “El Despertar de la Fuerza” es: ¡La veo de nuevo!
El capítulo que estrena de esta saga inter galáctica, que definitivamente nos conecta con el
ritmo y brillo de su serie madre, tiene todo lo que un cinéfilo aprecia
de un producto diseñado para arrancarnos medio centenar de emociones en los 135
minutos que JJ Abrams, efectiva, rítmica y artesanalmente dedica a entretener con los
mejores trucos y homenajes a los referentes que lo han convertido en un
extraordinario eslabón de franquicias golpeadas por el paso del tiempo y
recompuestas con piezas de fábrica que embonan a la perfección. Para muestra,
ver la tercera parte de “Misión Imposible”, las nuevas aventuras de “Star Trek”,
la emotiva “Super 8” y algunos soberbios capítulos de la teleserie “Alias”.
El universo Star Wars no es perfecto, pero sí eternamente adorable, y creo que esta premisa facilita la existencia del ejército de fervientes seguidores de un modelo de entretenimiento para nada sofisticado, con una carga dramática descomplicada, enemiga de una estructura narrativa profunda y solemne, y generosa en la recarga de elementos que desde hace más de 70 años han provocado que cada niño, adolescente o adulto escape de lo que sea que sienta que es su realidad para trasladarse a la fantasía del pop corn en la oscuridad de ese sueño placentero llamado séptimo arte.
Reitero, así como al Millennium Falcon, en esta película las piezas viejas y nuevas encajan, y si existe algún triángulo que busque entrar en la cuadratura, se logró amoldar para que complete la ilusión.
Eso sí, se sienten vacíos en la trama, posiblemente con respuestas que serían contestadas en otro momento de la saga y también se acepta el comentario de quienes esperaban algo nuevo para este conocido relato; sin embargo, el episodio engancha por ser benévola con lo que el fanático esperaba con ansias: dejar atrás los primeros episodios y conseguir la buena dosis de la nostalgia de ese momento en que la fuerza dependía de lo que Obi Wan, Yoda y Luke intentaban mostrarnos entre batallas y planetas de la galaxia.
La decisión de encontrar un balance entre lo nuevo y lo clásico permite
la recuperación de ese territorio, y en “Star Wars Episodio VII: El Despertar
de la Fuerza”, lo tenemos casi todo (tintas de sangre incluida).
Han Solo (que sigue siendo el personaje con las mejores líneas), la General Leia, el maestro Jedi Luke, C-3P0, AR-D2, el wookie Chewbacca, retornan a sus puestos de batalla, pero definitivamente el personaje más icónico sigue siendo el “Millennium Falcon”, que arranca aplausos apenas es abordado por los nuevos y viejos personajes.
Si bien es cierto, la “excusa” para ofrecernos a Kylo Ren, como el nuevo villano, inmediatamente empalma con los guerreros iniciales, debemos reconocer que al nieto de Darth le faltan buenos años de entrenamiento para que dejemos de verlo como un patán malcriadillo cuya ambición parece ser más cercana a emular las glorias de su malvado linaje que el dominio mismo de la galaxia.
Afortunadamente, la coartada enigmática funciona cuando intervienen Han y Leia en el relato para ofrecernos en una escena la clave que nos traslade al colofón, y de inmediato, a lo vivido en el cine Moderno de La Chorrera o el teatro Plaza en ciudad de Panamá, hacia finales de la década de los setenta, cuando nos ponía muy triste ser testigos de cómo Obi Wan hacía a Luke entender que le aportaba más Fuerza acompañándolo espiritualmente.
Este nuevo capítulo podrá tener flancos débiles: reminiscencias a los episodios mejor recordados, que hacen que parezca más una copia al carbón de fácil ejecución hecha con el propósito de recuperar la emoción original; la ausencia de un villanísimo real -Lord Vader es irremplazable – que sea de antología; efectos especiales que destaquen por encima de los ya vistos o conocidos en el cine de ciencias ficción -ojo que no le quito el título de Space Opera-, mayor realce a los parajes exóticos y mundos por conocer, y de pronto nuevas formas de destruir la base de los malvados, porque en batalla pareciera que la misma historia se repite; aunque lo mejor de esta película, definitivamente es la selección de Daisy Ridley como Rey, la joven carroñera, figura central de esta nueva trilogía. El personaje funciona como un perfecto híbrido de la fuerza y pasión de Leia con el inocente, confundido y aguerrido Luke, y le acompaña en la travesía John Boyega (les recomiendo “Attack the Block”) como Finn, un Storm Trooper desertor, y Oscar Isaac en el rol de Poe, el eficiente piloto de combate en quien Leía confía para hallar a su hermano. De esta manera, los tres héroes inusuales se convierten en la nueva generación que lucha contra el Primer Orden.
Ahora sí, ¿por qué encanta este episodio” Da la sensación de encontrase
fácilmente con el humor original y toma lo mejor de los episodios IV, V y VI –
ayuda la mano de Lawrence Kasdan -, llevándolos a un nivel aceptado por nuevas
generaciones que se mantenían escépticas de creer en lo maravilloso de Star
Wars (tengo familiares pequeños que apenas salieron de la sala y llegaron a
casa, buscaron en vídeo los otros filmes); saca lágrimas, tanto por la
agradable nostalgia de una fantasía diseñada para una generación que necesitaba
nuevas formas de narración como por el legado que traspasamos a nuestra nueva
generación y definitivamente por que sí queríamos volver a ver a los droides juntos a Chewie, Han, Leia y al “amo” Luke, que cierra con el broche de oro este
episodio.
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